Un nuevo estudio, publicado en Nature Ecology, revela que aves separadas por miles de kilómetros y millones de años de evolución comparten un mismo sonido aprendido para alertar sobre un enemigo común.
A simple vista, nada conecta a un ave australiana con otra que anida en los bosques de China o en una sabana africana. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Nature Ecology and Evolution acaba de demostrar que todas ellas emiten un sonido casi idéntico cuando detectan un peligro: la presencia de un ave parásita que intenta poner un huevo en su nido.
El fenómeno, descubierto por un equipo internacional de investigadores de la Universidad de Cornell y la Estación Biológica de Doñana, es más que una curiosidad. Representa el primer caso conocido de una vocalización animal aprendida a partir de una respuesta innata compartida por múltiples especies.
El parasitismo de cría, típico de especies como el cuco, consiste en depositar huevos en el nido de otra ave para que ésta los empolle y alimente a las crías, a menudo a costa de sus propios polluelos. Detectar al intruso antes de que deposite el huevo es, por tanto, una cuestión de supervivencia.
Lo más intrigante es que estas especies nunca han tenido contacto entre sí. ¿Cómo es posible, entonces, que produzcan la misma señal de advertencia? La respuesta, explican los autores, está en un proceso que llaman transmisión social: las aves aprenden a asociar el sonido con el peligro observando la reacción de otras.
La investigación sugiere que, en zonas con mayor presencia de parásitos de cría, donde las aves deben cooperar para defender sus nidos, esta señal aprendida se ha extendido como un lenguaje compartido entre especies.
El hallazgo no solo amplía lo que sabemos sobre la evolución del comportamiento animal. También plantea una idea fascinante: que la frontera entre la comunicación animal y el lenguaje humano podría ser mucho más difusa de lo que pensamos.