Bienestar animal y sostenibilidad: ¿analogía o sinonimia?

El término «bienestar animal» no es nuevo, ya que tiene sus raíces varios siglos atrás, incluso remontándose a la Antigua Grecia. En aquellos tiempos, los animales fueron clasificados en un nivel jerárquico en comparación con los humanos. Pensadores como Pitágoras o Séneca expresaron su oposición al maltrato animal.

A lo largo de los años, ha habido un creciente cuestionamiento sobre el cuidado que se debe brindar a los animales. La publicación del libro «Animal machines» de Ruth Harrison en 1965 puede considerarse como un punto de inflexión crucial que impulsó el desarrollo y la percepción del bienestar animal como una disciplina científica.

 

 

 

Una de las consecuencias más notables de esta publicación fue el informe de Brambell, que definió el bienestar animal como un «término amplio que abarca las condiciones de bienestar físico y mental del animal». A partir de este punto, surgieron varias definiciones y perspectivas sobre la evaluación del bienestar animal, destacando no solo el cuidado desde un aspecto fisiológico, productivo o de salud física, sino también teniendo en cuenta los estados mentales o afectivos (consultar otro artículo).

 

A pesar de los muchos años de comprensión del cuidado de los animales y del concepto actual de bienestar animal, no hay una definición universalmente aceptada del término. En términos generales, se ha convenido en la definición de la Organización Mundial de la Salud Animal (OMSA) en el Capítulo Terrestre, que describe el bienestar animal como «el estado físico y mental de un animal en relación con las condiciones en las que vive y muere». Esta definición incluye como principio las Cinco Libertades, que describen las expectativas de la sociedad sobre las condiciones que los animales bajo el cuidado humano deben experimentar.

 

Asimismo, el concepto de sostenibilidad se puede rastrear hasta antiguas civilizaciones como el Antiguo Egipto, Mesopotamia, la Antigua Grecia y la época romana, donde se describía el impacto de las civilizaciones en el medio ambiente, como la deforestación, salinización y pérdida de suelo para cultivos.

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