Con el 52 por ciento de su territorio cubierto de bosques, Colombia posee un verdadero tesoro. Este no solo se debe a su rica biodiversidad, sino también a la posibilidad de utilizar muchos productos del bosque de manera sostenible. La biomasa, considerada un desecho en procesos agrícolas, también puede ser reutilizada para producir biocombustibles, por ejemplo.
Un nuevo concepto que está ganando terreno en las discusiones ambientales es el de la bioeconomía. Según el Ministerio de Ambiente de Colombia, la «bioeconomía es la producción, utilización y conservación de recursos biológicos, incluyendo conocimientos, ciencia, tecnología e innovación relacionados, para proporcionar información, productos, procesos y servicios en todos los sectores económicos, con el objetivo de avanzar hacia una economía sostenible».
La bioeconomía busca reducir el uso de combustibles fósiles y limitar la sobreexplotación de recursos naturales básicos, al estimular el reciclaje para convertir desechos en materia útil y aprovechar de manera sostenible los recursos biológicos en la naturaleza y en procesos agrícolas. Además, promueve el desarrollo de industrias y empleo en zonas rurales, donde se encuentran muchos de estos recursos biológicos.
Felipe García Cardona es uno de los principales promotores de las iniciativas que buscan integrar la bioeconomía en la agenda pública. Como gerente del Centro de Economía y Finanzas de la Biodiversidad en el Instituto Humboldt, fue el creador y gerente del programa Colombia Bio en Colciencias (actualmente Minciencias), participó en la misión de crecimiento verde que originó el Conpes 3934 de 2018, y lidera la misión de bioeconomía en el instituto.
Según García, la definición de bioeconomía ha evolucionado desde 2005, cuando la Unión Europea adoptó por primera vez el término. En ese entonces, se buscaba desde las políticas públicas una transición de una economía basada en combustibles fósiles a una que generara bienes y servicios a partir de recursos biológicos. «Se dieron cuenta de que la ciencia y la innovación eran fundamentales para impulsar este cambio. Un ejemplo son los biocombustibles. En este caso, la biomasa de la caña se convierte en etanol a través de la biotecnología, generando una energía más limpia». Posteriormente, la Unión Europea incluyó el concepto de bioeconomía en las políticas públicas de sus países miembros, destacándose Alemania, que lideró este tema desde 2009.