Cojera en pollo de engorda: causas, métodos de evaluación, consecuencias y alternativas

La cojera se define como la incapacidad de caminar con normalidad y representa una de las principales afecciones en pollos de engorde, siendo más prevalente en este sistema que en otros modelos de producción avícola. Su aparición se acentúa hacia las últimas semanas del ciclo productivo, con una prevalencia estimada entre el 19% y el 27,6% (Wilcox et al., 2024; FAO, 2013).

Este trastorno locomotor compromete significativamente el bienestar de las aves, dado que se asocia con dolor, reducción del crecimiento y, en consecuencia, disminución en la rentabilidad del sistema productivo (Granquist et al., 2019). Además, constituye una problemática sanitaria multifactorial, con etiologías tanto infecciosas como no infecciosas, cuyas repercusiones incluyen baja uniformidad del lote, alteraciones inmunológicas y reducción del rendimiento productivo.

 

El creciente interés por esta problemática ha trascendido el ámbito productivo, captando también la atención de la comunidad científica. Tal como se observa en la Figura 1, desde 1976 hasta 2024 se han incrementado las publicaciones científicas indexadas en Web of Science que abordan la cojera como indicador de bienestar. Paralelamente, el peso vivo promedio de los pollos ha aumentado de 1,64 kg en 1970 a 2,96 kg en 2023 (NCC, 2023), lo que podría estar relacionado con la mayor incidencia de trastornos locomotores, aunque no se debe considerar como único factor etiológico.

 

 

Clasificación etiológica

De acuerdo con la FAO (2013), las causas de cojera en pollos de engorde pueden agruparse en dos categorías principales:

 

* Causas infecciosas

* Causas no infecciosas o relacionadas con el desarrollo

 

Algunas de estas causas se detallan en la Tabla 1.

 

Repercusiones sobre el bienestar animal

Desde el punto de vista etológico, la cojera limita la ejecución de comportamientos esenciales como el acceso al alimento y al agua, el acicalamiento, el desplazamiento y la respuesta ante estímulos adversos (Granquist et al., 2019; Gocsik et al., 2017). Además, genera respuestas conductuales asociadas al dolor, como la reducción del movimiento (Nääs et al., 2009).

 

Diversas investigaciones han demostrado que muchas cojeras se relacionan con procesos inflamatorios o necróticos, susceptibles de ser modulados mediante la administración de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como meloxicam o carprofeno (Caplen et al., 2013, 2014). Estos compuestos actúan inhibiendo la conversión del ácido araquidónico en prostaglandinas, tromboxanos y prostaciclinas, mediadores involucrados en la percepción del dolor (Rivera-Ordóñez, 2006).

 

En estudios experimentales, meloxicam ha mostrado mejorar la longitud de zancada en aves con velocidades inferiores a 250 mm/s, mientras que carprofeno ha evidenciado mejoras a velocidades de hasta 600 mm/s (Caplen et al., 2013). También se ha registrado una disminución en la temperatura superficial de las patas tras su administración. A nivel productivo, se ha documentado una mortalidad relacionada con cojera de entre el 0,8% y el 3%, y pérdidas de hasta 853 gramos de peso vivo en aves con gait score de 2, además de un 5,2% de decomisos en planta de beneficio (Verma, 2006; Almeida-Paz et al., 2019; Granquist et al., 2018).

 

Evaluación de la cojera

La Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA, 2024) reconoce la importancia de evaluar la marcha en pollos de engorde como indicador de bienestar. Entre los métodos más utilizados se encuentra el sistema Welfare Quality, que establece una escala de gait score de 0 a 5, y la guía del National Chicken Council (NCC)*, que emplea una escala de 0 a 2. La Tabla 2 resume distintos métodos disponibles para la evaluación de la cojera tanto en campo como en investigación.

 

Alternativas de prevención y control

Entre las estrategias propuestas para mitigar esta afección destaca la selección genética orientada hacia líneas de menor tasa de crecimiento, lo que reduce la incidencia de lesiones podales y articulares (Kjaer et al., 2006). En estudios comparativos, las líneas de crecimiento rápido han presentado hasta un 44% de lesiones podales y 88% de lesiones en corvejones, mientras que las de crecimiento lento no manifestaron estas alteraciones (Kjaer et al., 2006; Nicol et al., 2024).

 

El manejo ambiental también desempeña un papel clave. Tullo et al. (2017) reportaron un incremento en la incidencia de cojera en condiciones de confort térmico subóptimas, alta densidad de alojamiento y deficiente calidad de la cama. La prevalencia de cojera puede alcanzar hasta un 25 % en ambientes con humedad elevada (65-80%) y temperaturas inadecuadas (19-29°C).

 

Por otro lado, la nutrición representa una vía preventiva complementaria. Se ha comprobado que la suplementación con vitamina D3 (69 g/ton) disminuye la incidencia de malformaciones óseas (Nääs et al., 2012). Asimismo, mantener niveles adecuados de minerales como calcio (0,98%), fósforo (0,69%) y manganeso (40 mg/kg) en la dieta es esencial para el desarrollo esquelético adecuado (Liu et al., 2023; Xu et al., 2021).

 

Conclusión

La cojera en pollos de engorde constituye una problemática multifactorial con profundas implicaciones para el bienestar animal y la eficiencia productiva. Su evaluación mediante herramientas estandarizadas y el abordaje mediante estrategias integrales que incluyan genética, manejo ambiental y nutrición son fundamentales para reducir su prevalencia y mitigar sus efectos negativos sobre el rendimiento y la salud de las aves.

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