Un estudio probó agregar kéfir y probióticos al agua de los pollos de engorde y logró mejoras en hígado, intestino e inmunidad.
¿Y si una fermentación conocida del hogar ayudará a criar aves más sanas? Un equipo del INTA Concepción del Uruguay y la Universidad Nacional de La Plata llevó el kéfir al agua de bebida de pollos de engorde y lo combinó con bacterias benéficas. La hipótesis: robustecer el microbiota, apuntalar defensas naturales y aprovechar mejor cada bocado sin cambiar rutinas.
Se comparó un lote tratado con otro sin aditivos, enfocados en intestino, hígado e inmunidad. Los probióticos, que favorecen comunidades estables, fueron el eje. Hubo mediciones morfológicas, inmunológicas y bioquímicas
“El kéfir y los probióticos ofrecen un alto potencial gracias a sus propiedades para inhibir patógenos como Salmonella y Escherichia coli, proteger células y estimular el sistema inmune”, explicó Dante Bueno, médico veterinario e investigador del INTA.
La pregunta fue directa: ¿esta combinación prepara mejor a las aves ante desafíos sanitarios y fisiológicos?
Resultados en números y tejidos
“Los resultados fueron alentadores ya que se observó una notable protección hepática, con reducciones de hasta un 34 % de lípidos en el hígado, un órgano clave en el metabolismo”, indicó el investigador. En el intestino se registró mayor altura de vellosidades y menor profundidad de criptas.
“Esto se traduce en una mejor capacidad de absorción de nutrientes”. Además, de acuerdo con Bueno, “Estos resultados evidenciaron variaciones positivas en leucocitos, proteínas plasmáticas y menor translocación bacteriana hacia órganos como el hígado y el bazo”.
¿Por qué importa para la granja?
Un intestino que absorbe mejor y un hígado menos sobrecargado se traducen en lotes más estables. En la práctica: procesos más previsibles, menos pérdidas y eficiencia sin complejidad; el vehículo es el agua. No hay milagros: se aprovechan microorganismos que ya conviven con el animal.
Sustentabilidad y próximos pasos
Para Francisco Federico, especialista del INTA, estos hallazgos representan “un paso importante hacia el desarrollo de aditivos funcionales que promuevan el bienestar animal y la sostenibilidad de la producción avícola”. El desafío: escalar la experiencia, validar dosis y tiempos y convertir la evidencia en protocolos.
Como cerró Federico, “Este tipo de investigaciones demuestra que es posible integrar tecnologías biológicas y naturales a los sistemas productivos, mejorando la salud de las aves, optimizando la eficiencia y contribuyendo a una avicultura más segura y responsable a nivel global”.