Los huevos, al igual que cualquier producto de origen animal, son perecederos y la pérdida de calidad es inevitable. La calidad de los huevos puede ser afectada por diversos factores, ya sea de manera individual o en combinación. Entre estos factores se encuentran la edad y genética de la reproductora, la temperatura, la humedad, la dieta y la posible contaminación.
Después de la oviposición, la vida útil y la calidad de los huevos están vinculadas a procesos externos, por lo que se torna esencial tomar medidas preventivas desde la recolección en la granja hasta la etapa de comercialización.
En la actualidad, la vida útil máxima permitida para la inspección de huevos es de 30 días, un periodo relativamente breve en comparación con otros productos de origen animal.
Ante este desafío, es crucial explorar y desarrollar nuevas tecnologías que ayuden a mitigar los efectos negativos del almacenamiento prolongado de huevos. Un enfoque prometedor se centra en procesos destinados a reducir el biofilm y la carga microbiana en la parte externa de la cáscara. Además, se implementan técnicas para sellar los poros externos de los huevos, impidiendo así el intercambio de gases y la migración de humedad entre el entorno interno y externo de los mismos. Este enfoque integral busca preservar la frescura y calidad de los huevos durante un periodo extendido, ofreciendo una solución a los retos asociados con la vida útil limitada de este producto perecedero.