Las gallinas ponedoras comienzan a producir huevos, en promedio, a partir de los cuatro meses de edad, aunque este proceso puede variar según la raza y las condiciones en las que se críen. En algunos casos, pueden tardar hasta un año en iniciar su etapa productiva.
Según información del Gobierno de México, compartida por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), las gallinas alcanzan su máxima productividad entre los 12 y 14 meses de vida, momento en el que se convierten en una fuente diaria de huevos frescos, llegando a producir hasta 18 docenas al año. Algunas razas, sin embargo, pueden superar esa cantidad.
La duración del periodo de postura puede extenderse hasta los seis años, aunque con el paso del tiempo la frecuencia disminuye, llegando a producir uno o dos huevos por semana en la etapa más tardía de su vida.
El bienestar del animal es un factor clave en este proceso. Las gallinas ponedoras deben estar libres de estrés para mantener un ritmo constante de producción. Para ello, los especialistas recomiendan ofrecer condiciones adecuadas como un espacio seguro y cómodo, al menos 12 horas de luz al día (natural o artificial), rutinas regulares de alimentación, agua fresca en abundancia y una dieta rica en granos, vegetales, insectos y gusanos.
En regiones rurales, la crianza de gallinas ponedoras no solo representa una fuente de alimento, sino también de ingresos. De acuerdo con datos oficiales, en México más de 3.000 mujeres en esta zona se dedican a esta actividad.