La salmonela representa uno de los principales patógenos en la industria avícola, y su control es esencial para garantizar la salud y la productividad en las granjas avícolas.  Un componente clave en la estrategia de control de la entrada de estas bacterias a las granjas es la implementación de un sólido programa de bioseguridad. Dentro de este programa, la vacunación emerge como una herramienta fundamental para el control efectivo de Salmonella.

En el ámbito de las innovaciones en el desarrollo de vacunas, los enfoques actuales destacan las vacunas a subunidad. Estas vacunas a subunidad proteica se componen de fragmentos de proteínas o revestimientos proteicos que imitan la estructura del microorganismo de interés.

El mecanismo de acción de las vacunas a subunidad, administradas por vía oral, activa el sistema inmune humoral de la mucosa. Esto ocurre a través de la entrada de la subunidad proteica en los enterocitos o células M, o mediante el reconocimiento por parte de las células dendríticas después de estímulos previos del sistema inmunológico en la lámina propia.

Las células dendríticas presentan la subunidad proteica como un antígeno a los linfocitos T y, posteriormente, las presentan a los linfocitos B, que se diferencian en plasmocitos. Estos plasmocitos son responsables de la producción de inmunoglobulina A secretora (sIgA), que se secreta desde la lámina propia hacia la luz intestinal, estimulando así la inmunidad de la mucosa.

La inmunidad de las mucosas, fortalecida mediante la vacunación, permite que las aves vacunadas puedan resistir una infección, eliminando menos bacterias a través de las heces. Esto contribuye a reducir la presión de contaminación ambiental, promoviendo un ambiente más saludable y sostenible en el entorno avícola (SHARR, 2003).

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