La producción avícola actual se fundamenta en la protección de las parvadas de aves contra la introducción de microorganismos no deseados, destacando la importancia de esta medida en eventos sanitarios que afectan tanto a la salud animal como a la salud pública, especialmente en el caso de la salmonelosis.
Las infecciones por Salmonella generan pérdidas económicas significativas para los productores avícolas a nivel mundial, requiriendo considerables inversiones de recursos tanto gubernamentales como privados para su control. Salmonella figura entre las principales fuentes de enfermedades transmitidas por alimentos a los humanos, con una incidencia en los Estados Unidos que superó a la de cualquier otro patógeno alimentario en 2010 (CDC, 2011).
Los productos avícolas son identificados con frecuencia como fuentes importantes de salmonela, siendo más del 70% de las infecciones humanas en los Estados Unidos relacionadas con el consumo de pollo, pavo o huevos contaminados (Guo et al., 2011). Un estudio europeo señaló que las gallinas ponedoras eran el principal reservorio de Salmonella asociado con el 42% de todos los casos (De Knegt et al., 2015).
Las serovariedades patógenas de Salmonella pueden colonizar el aparato reproductivo de las gallinas, resultando en una posterior infección durante la formación de los huevos. Otra vía de infección es la contaminación de los huevos con materia fecal después de la postura, debido a la excreción en la materia fecal por parte de las aves portadoras. Los canales de aves pueden contaminarse durante el beneficio, transporte y/o comercialización; no obstante, el riesgo de contaminación aumenta en presencia de deficiencias en las condiciones sanitarias durante estos procesos (Zambrano et al., 2013).