El agua juega un papel crucial como insumo principal en la producción avícola, tanto en la producción de huevos como en la de carne. A pesar de su relativa accesibilidad en comparación con el pienso, y la dificultad de realizar experimentos para evaluar sus efectos en los rendimientos avícolas, ha habido una escasez de investigación en este ámbito en las últimas tres décadas.

Con la evolución dinámica de la producción avícola y los avances en genética, surge la necesidad de contar con directrices sólidas sobre la calidad del agua. Estas directrices nos permitirán evaluar los sistemas de bebida y interpretar los resultados de manera que respalden una producción óptima.

Las aves muestran una tolerancia notable a la mayoría de los contaminantes presentes en el agua potable. Aunque existen estándares que establecen niveles máximos aceptables para contaminantes comunes como el hierro (0,3 mg/litro) y el calcio (80 mg/litro), estos estándares se derivan principalmente de las normativas para el suministro de agua potable destinada al consumo humano. Dichas normativas se basan más en consideraciones estéticas que en investigaciones centradas en determinar posibles correlaciones negativas con parámetros como el peso, la eficiencia alimenticia, la mortalidad, la fertilidad o la producción de huevos en aves. Por lo tanto, la mayoría de las pautas estándar deben considerarse como orientativas y no como una representación exacta de lo que las aves pueden tolerar.

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