Reduciendo los estragos del golpe de calor en las aves

El estrés térmico en las aves provoca cambios significativos en su productividad y, en casos extremos, puede llevar a la muerte. Este problema se ve agravado por el calentamiento global y los climas extremos que afectan diversas regiones de México y del mundo, lo que hace necesario implementar medidas adecuadas en la avicultura.

Las aves de corral son particularmente vulnerables a las altas temperaturas, lo que puede desencadenar un choque de calor. Para mitigar este problema, se recomienda el uso de tratamientos con vitaminas (CAROSEN C®) y electrolitos (ELECTRODEX®). El estrés calórico causa deshidratación y pérdida de energía en los mecanismos fisiológicos destinados a regular la temperatura corporal, lo que disminuye la eficiencia productiva de las aves y, en algunos casos, puede ser fatal.

 

Las pérdidas económicas derivadas del choque de calor son significativas. La mortalidad en aves puede alcanzar hasta un 15% en los peores escenarios, y la producción diaria de huevos en gallinas de postura puede reducirse entre un 3% y un 15%. Además, aumenta la producción de huevos de segunda clase, como los «huevos sucios» o «rotos». En el pollo de engorde, la mortalidad acumulada puede variar entre un 5% y un 20% o más, y la pérdida de peso generalmente oscila entre un 2% y un 5%.

 

A partir de las 3-4 semanas de vida, las aves pueden adaptarse a la temperatura ambiental circundante. La temperatura ideal para ellas es entre 22°C y 24°C, con una humedad relativa del 40%. Los principales factores que provocan el choque de calor en las aves son: a) efectos ambientales como la radiación solar, altas temperaturas estacionales y la ausencia de vientos, y b) fallas zootécnicas secundarias, ocasionadas por instalaciones mal diseñadas, errores en el suministro de agua, falta de ventilación y fallos en los equipos de enfriamiento.

 

El choque de calor afecta el rendimiento de las aves de diferentes maneras según su función zootécnica. En el caso del pollo de engorde, el consumo de alimento se reduce, la ganancia de peso es menor y el crecimiento se retrasa, especialmente en las últimas semanas del ciclo debido al calor excesivo generado por su gran masa corporal. En las gallinas de postura, el hacinamiento en jaulas y el largo ciclo productivo las hacen más susceptibles a los cambios de temperatura, especialmente en primavera. El consumo de alimento disminuye, lo que afecta la calcificación del huevo por dos razones:

 

  1. El calcio en la sangre se utiliza para paliar la acidosis sanguínea mediante la formación de carbonato para eliminar el exceso de CO2.
  2. Al consumir menos alimento, ingieren menos calcio, lo que reduce los niveles de calcio en la sangre y, por tanto, la calcificación del huevo.

 

El consumo de agua aumenta para compensar la pérdida de líquidos, pero esto genera más heces acuosas y orina, lo que incrementa el porcentaje de huevos sucios. Las pérdidas en estos casos son significativas debido a la menor producción, mayor cantidad de huevos sucios y mayor porcentaje de huevos frágiles y rotos.

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